¿Por qué al despertar queremos comer algo dulce? Esto dicen los expertos
El deseo de comer algo dulce al iniciar el día no es casualidad: responde a procesos hormonales, energéticos y hábitos que se activan tras el ayuno nocturno.
Despertar con un deseo casi automático por algo dulce es una experiencia más común de lo que muchos creen y aunque suele atribuirse a un gusto personal o a un “antojo sin explicación”, la ciencia ha demostrado que este impulso responde a una combinación de conductas que se activan desde las primeras horas de la mañana.
Durante la noche atraviesa un período prolongado sin recibir alimentos, lo que modifica su equilibrio interno y cambia la forma en la que percibe el hambre al iniciar el día.
¿Qué ocurre en el cuerpo después de varias horas de ayuno?
Cuando duerme, el cuerpo utiliza sus reservas de energía para mantener funciones vitales y al despertar, esos niveles se encuentran más bajos, especialmente la glucosa en sangre, que es el principal combustible del cerebro.
Los alimentos dulces y los carbohidratos simples cumplen esa función casi de inmediato, ya que se absorben con rapidez y elevan la glucosa en poco tiempo, por eso, al iniciar el día, el cerebro tiende a “sugerir” opciones que prometen una respuesta energética veloz.
¿Por qué el estrés y las hormonas influyen en el antojo matutino?
Sin embargo, cuando el estrés diario se acumula o el descanso no ha sido suficiente, este nivel puede elevarse más de lo necesario, el cortisol interactúa con otras hormonas relacionadas con el apetito, estimulando el hambre y favoreciendo la búsqueda de alimentos altamente placenteros.

Esta hormona no solo incrementa el apetito general, sino que orienta la preferencia hacia productos dulces, ya que estos generan una sensación de bienestar inmediata.
A nivel cerebral, el azúcar estimula la liberación de dopamina, asociada al placer y la recompensa, lo que explica por qué lo dulce resulta tan reconfortante en las primeras horas del día.
¿Cómo influyen el sueño y los hábitos en este deseo recurrente?
Dormir poco o mal altera el equilibrio entre las hormonas que regulan el hambre y la saciedad, cuando el descanso es insuficiente, el cuerpo produce más señales de apetito y reduce aquellas que indican que ya es suficiente.

Si una persona acostumbra a desayunar dulce todos los días, el cerebro aprende a asociar la mañana con esa recompensa, con el tiempo, el antojo aparece incluso antes de sentir hambre real, como una respuesta automática construida por repetición.
No se trata únicamente de falta de fuerza de voluntad, sino de una respuesta compleja del cuerpo y la mente que se forma durante la noche y se refuerza con el estilo de vida.
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