Novena de Aguinaldos Día 2 - 17 de diciembre: las oraciones y gozos para rezar
En el segundo día de la Novena de Aguinaldos, la oración continúa como preparación para la Navidad. Aquí están las oraciones, los gozos y las peticiones para rezar hoy, 17 de diciembre.
El segundo día de la Novena de Aguinaldos nos invita a continuar este camino de preparación con mayor conciencia y compromiso. Cada jornada es una oportunidad para fortalecer la fe, profundizar en la oración y renovar la esperanza mientras nos acercamos al misterio del nacimiento del Niño Jesús.
En este día, la novena se vive como un llamado a confiar, a dejar en manos de Dios nuestras preocupaciones y a creer que Él guía cada paso cuando el corazón se dispone con sinceridad.
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salvación.
Yo, en nombre de todos los mortales, te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él, te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente.
Amén.
(Se reza tres veces Gloria al Padre).
Peticiones
En este segundo día de la Novena de Aguinaldos, elevamos nuestras súplicas:
- Por los jóvenes, para que el Señor los proteja de todo mal y de todos los peligros que los rodean.
- Para que Dios los guíe por los mejores caminos y ponga en su vida personas buenas que los orienten con amor y sabiduría.
- Para que encuentren en la fe una luz que los ayude a tomar decisiones justas y a construir un futuro lleno de esperanza.
Consideración del Día Segundo
El verbo eterno se halla a punto de tomar su naturaleza creada en la santa casa de Nazaret, en donde moraban María y José. Cuando la sombra del decreto divino vino a deslizarse sobre ella, María estaba sola y engolfada en la oración. Pasaba las silenciosas horas de la noche en la unión más estrecha con Dios; y mientras oraba, el Verbo tomó posesión de su morada creada.
Sin embargo, no llegó inopinadamente: antes de presentarse envió a un mensajero, que fue Arcángel San Gabriel para pedir a María de parte de Dios su consentimiento para la encarnación. El creador no quiso efectuar ese gran misterio sin la aquiescencia de su criatura.
Aquel momento fue muy solemne: era potestativo en María rehusar... Con qué adorables delicias, con qué inefable complacencia aguardaría la Santísima Trinidad a que María abriese los labios y pronunciase el "sí" que debió ser suave melodía para sus oídos, y con el cual se conformaba su profunda humildad a la omnipotente voluntad divina.
La Virgen Inmaculada ha dado su asentimiento. El arcángel ha desaparecidos. Dios se ha revestido de una naturaleza creada; la voluntad eterna está cumplida y la creación completa. En las regiones del mundo angélico estalla el júbilo inmenso, pero la Virgen María ni le oía ni le hubiese prestado atención a él. Tenía inclinada la cabeza y su alma estaba sumida en el silencio que se asemejaba al de Dios.
El Verbo se había hecho carne, y aunque todavía invisible para el mundo, habitaba ya entre los hombres que su inmenso amor había venido a rescatar. No era ya sólo el Verbo eterno; era el Niño Jesús revestido de la apariencia humana, y justificando ya el elogio que de Él han hecho todas las generaciones en llamarle el más hermoso de los hijos de los hombres.
Oración a la Santísima Vírgen
Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por Madre suya.
Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma y la de todos los que en este tiempo hicieren esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorable Hijo.
¡Oh dulcísima Madre!, comunícame algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardaste tú, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad.
Amén.
(Se reza tres veces el Avemaría).

Oración a San José
¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús!
Te ruego por el amor que tuviste al Niño Dios y por el dolor que sentiste al verle nacer en tanta pobreza, que alcances de Él la gracia que necesito para vivir estas novenas con fe y devoción.
Alcánzanos también la gracia de una vida santa, de una muerte feliz y de la compañía eterna de Jesús y María en el cielo.
Amén.
(Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria).

Gozos
Dulce Jesús mío, mi niño adorado ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
- ¡Oh, Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro! ¡Oh, Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios! Ven a nuestras...
- ¡Oh, Adonai potente que Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos! ¡Ah, ven prontamente para rescatarnos, y que un niño débil muestre fuerte el brazo! Ven a nuestras...
- ¡Oh, raíz sagrada de José que en lo alto presenta al orbe tu fragante nardo! Dulcísimo Niño que has sido llamado Lirio de los valles, Bella flor del campo. Ven a nuestras...
- ¡Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio! ¡Sácanos. Oh Niño con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado! Ven a nuestras...
- ¡Oh, lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios. Ven a nuestras...
- ¡Espejo sin mancha, santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano! ¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y en forma de niño, da al mísero amparo! Ven a nuestras...
- ¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, De Israel anhelo Pastor del rebaño! ¡Niño que apacientas con suave cayado ya la oveja arisca, ya el cordero manso! Ven a nuestras...
- ¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío como riego santo! ¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado! ¡Luce, Dios estrella! ¡Brota, flor del campo! Ven a nuestras...
- ¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su niño vean, en tiempo cercanos! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse de tu amor sagrario! Ven a nuestras...
- ¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano! Ven a nuestras...
- ¡Ven ante mis ojos, de ti enamorados! ¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos! ¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos, y aún más que mis frases, te dice mi llanto! Ven a nuestras...
- ¡Ven Salvador nuestro por quien suspiramos Ven a nuestras almas, Ven, no tardes tanto!
Oración al Niño Jesús
Acordaos, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado".
Llenos de confianza en vos, ¡oh Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada.
(Pedir aquí la gracia que se desea alcanzar).
Concédenos por los méritos infinitos de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a vos, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no que dará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica.
Amén.

La consideración de este día nos invita a contemplar el misterio de un Dios que no irrumpe con estruendo, sino que espera en el silencio y en la libertad del corazón humano. El Verbo eterno no se encarna sin el consentimiento de María; aguarda su "sí", pronunciado desde la humildad, la oración y la total entrega a la voluntad divina.
Que esta reflexión nos ayude a comprender que Dios también se manifiesta en el silencio de nuestras noches, en la oración sincera y en la disposición interior para decirle "sí". Así como María acogió el misterio de la Encarnación, que nosotros sepamos abrir el corazón para que el Niño Jesús habite en nuestra vida y transforme, desde dentro, nuestra manera de amar y de esperar.
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